domingo, 23 de abril de 2023

LA LEYENDA NEGRA Y LA IZQUIERDA ESPAÑOLA

 

Antonio Mora Plaza


 "Economista, licenciado por la UCM, bancario, ha trabajado para CC.OO. Seis libros publicados, cuatro de ellos de análisis económico y dos de literatura. Autor, además, de numerosos artículos de economía publicados en revistas especializadas. Colaborador habitual en la revista digital Nueva Tribuna".

        Acabar con la dictadura franquista no ha sido gratis y algunos de los efectos colaterales los estamos soportando. Por ejemplo, uno de ellos es la imposibilidad de consolidar una derecha política no franquista en nuestro país. Así vemos el colapso del partido de Ciudadanos, aunque es verdad que en gran medida por errores propios, principalmente por uncirse al PP para llegar a Comunidades y Ayuntamiento, que a su vez el partido de Feijóo anda hermanado impúdicamente con la extrema derecha. Pero en el fondo creo que también es verdad que hay un sustrato franquista en una parte de la derecha sociológica de este país, además de un espíritu anticatalanista. Este es un efecto colateral del franquismo sociológico, residual, pero no despreciable; y es tan poco despreciable que el PP no parece que pueda rehuirlo si quiere colocar a Feijóo en la Moncloa. Pero no quería centrarme en este efecto colateral porque ese efecto, si la izquierda política lo sabe aprovechar a base de inteligencia, puede consolidarse en esa misma Moncloa por varias legislaturas. Ese otro efecto colateral es cultural y tiene que ver con el error cometido durante la dictadura franquista y también en la llamada Transición –y que aún perdura– y es el hecho de que la izquierda en general –puede haber matices– utilizó contra el franquismo tópicos y falsedades elaboradas por otras culturas y otros países contra España. Es el caso de la Leyenda Negra. Ese error aún lo estamos pagando porque lo que está en juego en el planeta en el presente y, sobre todo, en el futuro en mi opinión, son tres esferas globales de influencia cultural, a saber: la esfera anglo-yanqui actual, la futura influencia cultural de la dictadura china y el hispanismo, lo cual sí que nos atañe. Y detrás de esto hay millones de puestos de trabajo en juego, además de otras cosas, porque detrás de esto está una de las industrias más importantes para nuestro país que es la industria del… idioma español. Los anglo-yanquis no temen la competencia que les pueda hacer la industria cultural del alemán, la del italiano e, incluso, la del francés, porque la lengua de este último está en decadencia y los otros apenas asoman la patita fuera de Europa. En cambio el español ya lo hablan en torno a 600 millones de ciudadanos en los cinco continentes; en USA no parece que los gobiernos puedan frenar su expansión porque ésta está ligado a la emigración en su frontera sur; en Brasil fue declarado segundo idioma porque, como dijo un presidente de este país, el país tiene dos fronteras: al este el Atlántico y al oeste el español. Este idioma, que nació en torno al año 1000 en la Castilla de entonces, es cada vez más demandado en todo el planeta. Y, por cierto, nadie ha hecho más por ese idioma que el genio más grande de la humanidad que fue Miguel Cervantes escribiendo el Quijote –además de otras obras inmortales– que hacen palidecer a los defensores de la “marca” Shakespeare como, por ejemplo, el tonto de Harold Bloom y su sesgado canon. Flaco favor nos hacen también hispanistas “amigos” que ahora niegan la decadencia hispana porque nunca hubo –según ellos– ascendencia, como es el caso de Henry Kamen en su La invención de España. Además el futuro del español está ligado al idioma portugués por la importancia de Brasil y porque la posibilidad de la confluencia de ambos idiomas en uno es sólo cuestión de tiempo. En realidad no tiene sentido que España y Portugal sean dos estados diferentes y su unificación de alguna manera ayudaría muchísimo al hispanismo, unidad que quería el escritor portugués Saramago. 

        Por eso es hora de hacer examen de conciencia y propósito de enmienda para sacudirnos desde dentro las mentiras inglesas y holandesas sobre España, sobre la labor del imperio español en la actual América Latina. Fue Guillermo de Orange (1533-1584) uno de los primeros creadores e impulsores de la leyenda negra, aunque fuera con deseo en principio loable de conseguir la independencia para los actuales Países Bajos de la esfera católica imperial. Pero eso sólo fue loable –si es que lo fue– en sus principios y deseos, porque fue salir de su Málaga para caer en su Malagón, dado que salir del imperio católico supuso caer en el medievalismo protestante, que hundió la cultura de la actual Alemania hasta llegar al Romanticismo. En efecto, el protestantismo al defender la predestinación y no las buenas obras, al considerar que la literatura no es invención, al considerar que el príncipe no debe preocuparse, ni procurar, ni financiar el arte en un momento en que los artistas y maestros dependían del erario público, al impedir la unificación de la actual Alemania, les impidió a los teutones de entonces tener un Renacimiento como el italiano y/o un Barroco como el español. Obsérvese que el máximo literato italiano es Dante que escribe su Comedia –luego apodada divina– entre 1304 y 1308; que el máximo representante del barroco español es Cervantes que escribe la suya que es el Quijote –y la obra cumbre de la humanidad– en 1605 la primera parte y en 1615 la segunda, que Calderón muere en 1680 y, en cambio, la actual Alemania tiene que esperar a los comienzos del siglo ¡XIX! para su Fausto de Goethe. Y Francia se libró por los pelos, porque si llegan a triunfar los hugonotes el desastre hubiera sido parecido y hubieran tenido que esperar a ¡Victor Hugo! y su grand siècle no hubiera existido –aunque no se pueda comparar con el español–; y es dudoso también que hubieran tenido la Revolución francesa, porque no la tuvo la Alemania de entonces por el colaboracionismo del protestantismo con los nobles para arrebatar las tierras a sus propios campesinos católicos. La ciencia y la técnica se pueden copiar e importa poco quién invente o descubra si no hay trabas para su transmigración, pero la Cultura y, en particular, la Literatura de cada país, sólo se puede traducir y eso malamente (traduttore, traditore). El hispanismo debe dar las gracias a Lutero, Calvino y sus acólitos por haber quitado a esta nuestra cultura la competencia cultural germana hasta el siglo XIX, que es cuando se crea el estado alemán actual (y eso en el último tercio del siglo con Bismark). Algo parecido ha ocurrido con el anglicanismo porque, aparte de la marca Shakespeare, los ingleses han tenido que esperar también al siglo XIX (época victoriana) para tener una literatura de cierto empaque. 

        Decía que está en juego millones de puestos de trabajo porque ya calculó el economista e historiador José Luis García Delgado que la industria derivada del idioma español sobrepasaba los dos dígitos del PIB. Y en el futuro puede aumentar junto con el turismo –y más si puede ser además turismo cultural, sin desdeñar el de sol y playa– de tal manera que puedan alcanzar e incluso sobrepasar el 30% del PIB. No nos debe apenar que la industria cada vez aporte menos, porque lo mismo ha ocurrido con la inglesa, con la italiana y está ocurriendo con la francesa y con la alemana, a pesar de las cuantiosas subvenciones de estos países a ese sector. España puede alcanzar en breve tiempo los 100 millones de turistas a poco que se lo proponga. Y sin olvidarnos de Portugal, porque estos dos países están llamados tarde o temprano a una unión política más o menos laxa. 

        Pero una de las tareas que tenemos que abordar es lo de sacudirnos la leyenda negra que utilizó o se apoyó nuestra izquierda en su lucha contra el franquismo. Por eso quiero traer aquí a colación el formidable libro de Marcelo Gullo Nada por lo que pedir perdón, donde el historiador argentino nos cuenta cuál fue en realidad el papel de los llamados conquistadores españoles. Sus sombras son una parte cierta de la leyenda negra, pero sus luces fueron formidables porque, cuando los hispanos conquistadores arribaron tierras americanas –Colón creyó hasta el final que habían llegado a la India– lucharon a favor de los pueblos sometidos por incas y aztecas y otros menos conocidos (pijaos, chiriguanos), los primeros dos imperios del continente con costumbres verdaderamente abyectas como era el canibalismo. Pero es que además de esta práctica –cuyo plato preferido por ejemplo por los aztecas eran los niños de menos de 12 años– estaba la prostitución obligada, practicada también por los aztecas. Marcelo Gullo nos dice que “es un hecho irrefutable que las mujeres tarahumaras, mayas, zapotecas, olmecas, totonacas, oltecas, tlaxcaltecas, otomíes, y chichimecas fueron sistemáticamente violadas por los guerreros aztecas, lo que explica que todas ellas recibieran a Cortés y a sus tropas como libertadores y que odiaran a los varones de su propio pueblo”. En páginas anteriores nos dice Gullo lo siguiente: “¿Debe avergonzarse España por haber puesto fin al genocidio de zapotecas, tlapanecas, huexotcincas, atlixcas, tlaxcaltecas o tizauhcóacs que los aztecas estaban realizando en Mesoamérica?”. Y los ejemplos del historiador argentino se multiplican por este lado de la leyenda; del otro lado, con los anglos de siempre y Guillermo de Orange, Lutero, Calvino, de tal manera que llega hasta nuestro días. Oía y veía estos días algunos vídeos estupendos del joven filósofo español Ernesto de Castro –que recomiendo– donde, por ejemplo, decía que Francisco Suárez –el teólogo español de la escuela de Salamanca– le consideraba el idealista y supremacista germano Hegel, como “el hombre a batir”. Entonces se dirimía en todos los terrenos la lucha entre la Reforma protestante de Lutero y compañía y la Contrarreforma de Trento (1545-1563). Y el caso es que la forma que tuvo de combatir el idealismo alemán al racionalismo católico fue omitir simplemente a Suárez porque era y representaba la ortodoxia teológica católica frente al medievalismo protestante, es decir, frente a la obra de Lutero y los suyos, que supuso para la Alemania actual la vuelta al Medioevo. Veamos lo que recoge Marcelo Gullo de Abraham M. Deborin –marxista, nada de filocatólico– de la arenga de Lutero a sus nobles príncipes de los cientos de estados germanos refiriéndose a los campesinos católicos: “Todo el que pueda aplastarlos, degollarlos y ensartarlos, en secreto y abiertamente, lo mismo que se mata a un perro rabioso. Por eso, amados señores, acudir en ayuda nuestra, salvadnos; que todos cuantos puedan, hieran, golpeen y degüellen, y si alguien alcanza la muerte, bienaventurado de él, pues no puede existir muerte mejor”. Este es Lutero y el luteranismo, lo que supuso una guerra durante más de un siglo entre los nobles teutones y los campesinos de sus propias tierras, porque tenían la desgracia de ser católicos, religión que heredaban sociológicamente como ocurre en todas partes. En los “tolerantes” Países Bajos de Guillermo de Orange echaron de Amsterdam al filósofo de origen portugués Barug Espinosa (1632-1677) por no aceptar el judaísmo ni ninguna religión oficial; en la “tolerante” Ginebra calvinista fue quemado vivo Miguel Servet en 1553 por no aceptar el misterio de la Santísima Trinidad y otras zarandajas. Volviendo al historiador Marcelo Gullo, podemos multiplicar los ejemplos que expone y a éste le podemos sumar la obra de Elvira Roca o la de Juan Eslava Galán y otros historiadores, que están desvelando las grandes mentiras de los septentrionales (anglos, holandeses y germanos principalmente) contra los meridionales (helenos, italianos, hispanos), porque los primeros sabían que la lucha por la supremacía se libra con todas las armas: militar, cultural, idiomática, política, ideológica, religiosa, diplomática, etc. Y el supremacismo germano –que en el fondo esconde un complejo de inferioridad–, cuyos máximos representantes han sido Goethe, Hegel, Nietzsche, Wagner, Heidegger, desembocó en el nazismo y en los 80 millones de muertos entre las dos guerras mundiales del siglo XX. Nada es inocente y menos cuando no lo parece. Es verdad que hay una diferencia, porque ahora la cultura helena e italiana, que siempre se ha de sustentar en un idioma, se han convertido en provinciales en un planeta globalizado en lo cultural, aunque su legado que es el helenismo y el renacentismo es envidiado e imperecedero; pero el hispanismo es actual, es planetario, universal, una alternativa al anglo-yanquismo y a lo que se nos viene desde Asia. Y por eso –igual que el teólogo Suárez en el siglo XVI– somos el enemigo a batir. En el hispanismo, con la lengua y la cultura en español y desde el español, tenemos la oportunidad de sacudirnos la influencia anglo-yanqui para extender la de de 22 naciones que tienen el español como lengua vernácula; que este idioma, junto con el portugués, supone actualmente más de 900 millones de hispano-portugueses hablantes nativos. Y la izquierda tiene también la oportunidad de dar un giro de 180 grados porque, lo que ya fue un error comprensible en la lucha contra la dictadura franquista, hoy sería un error enquistado contra el propio hispanismo cultural y los millones de puestos de trabajo en juego. Aunque solo sea por eso, que no solo ha de ser por eso. Hoy, defender el hispanismo, ensanchar sus límites con todos los medios pacíficos posibles respetando el planeta y a otras culturas, es también de izquierdas; es sobre todo de izquierdas. Desgraciadamente todavía hay muchos que desde las cátedras, desde la industria titulando en inglés, desde los llamados colegios bilingües, desde el desastre de Bolonia, desde la falta de revistas científicas reconocidas en español, etc., hay españoles, decía, que trabajan para el anglo-yanqui. Ahora toca ser de izquierdas en la Cultura y eso es defender el hispanismo en libertad, su ensanchamiento en el planeta, sin el menor asomo de chovinismo ni xenofobia, pero sin complejos.

lunes, 17 de abril de 2023

LAS GEMELAS Y EL MONSTRUO DE TRANSILVANIA

 


Antonio Mora Plaza

 "Economista, licenciado por la UCM, bancario, ha trabajado para CC.OO. Seis libros publicados, cuatro de ellos de análisis económico y dos de literatura. Autor, además, de numerosos artículos de economía publicados en revistas especializadas. Colaborador habitual en la revista digital Nueva Tribuna".

 

        A diferencia de su hermana Valentina, Laurita tenía la costumbre de empezar a leer los libros más o menos por la mitad y cuando su hermana se lo reprochaba esta era la explicación de Laurita:

          - Yo no tengo, Valentina, la paciencia que tienes tú por saber el final y a mí de las historias lo que me importa es el final. Los que escriben piensan que tenemos todo el tiempo del mundo para leer y no es verdad, y por eso escriben esos… mamotretos. Y otra cosa que no reparan los escritores es que las cosas de la vida no tienen emoción y sólo tienen… diversión o aburrimiento y leer tiene que ser divertido y la diversión del leer empieza cuando has leído la mitad de lo escrito, porque si no es divertido la segunda… mitad de un libro: ¿cómo va a ser divertido la primera mitad o el libro entero? Entiendes, Valentina.

          - ¿Has dicho mamotreto y también reparar? ¿De dónde sacas esas palabras que ni yo entiendo a pesar de ser más leída que tú? Además no has reparado que reparación puede ser como arreglar algo y no como tú lo has dicho, que es como pararse, darse cuenta.

          - Para que… repares Valentina lo mal que hablan los mayores, que emplean palabras que parecen significar una cosa y en realidad significan otra.

          - Pero los mayores se entienden entre ellos, lo cual significa que ellos tienen como un lenguaje diferente del nuestro porque emplean las mismas palabras pero que significan cosas diferentes de lo que pensamos. Bueno, Laurita, no sigamos por ahí que nos lleva a un… callejón sin salida –dijo Valentina como reflexionando sobre la última frase.

          - Lo ves, Valentina, tú has dicho callejón sin salida, pero es absurdo que exista un callejón sin salida porque, entonces, o no es callejón y tiene salida o lo que llaman callejón es como una calle… cortada. Por lo tanto no debiera existir esa cosa, expresión, frase, o como quiera que se llame, Valentina.

          - Creo, Laurita, que los mayores llaman a las cosas sin sentido… metáforas y eso es lo que debe ser, pero volvamos a la pregunta y díme qué estás leyendo que quiero compartir tus…, ¡qué rabia, no me sale una palabra ahora que vendría muy bien! Bueno, ya me entiendes lo que quiero decir.

          - Pues es una historia muy triste porque a ser como humano pero enorme y feo le persiguen porque dicen que ha cometido tres crímenes. Y lo peor es que si lo cogen lo matarán –explicó Laurita como preocupada.

          - Pero Laurita, eso es sólo una historia inventada, supongo.

          - Pero sabes Valentina que cuando hemos viajado atrás en el tiempo desde la Cueva siempre nos hemos encontrado con que era real, no libros más o menos bonitos con estampas donde descansar la vista y como ayuda a la imaginación. Podría ser verdad, es decir, estar basado en un hecho real y nosotras podríamos cambiar la historia real diga lo que diga el libro, que eso no nos importa, ¿no es así?

          - Podría ser, Laurita, pero el peligro es que nos veríamos envueltas en una persecución y ayudando al monstruo que dices y no sabemos que harían los llamemos… lugareños o la policía con nosotras. Además antes de ayudar tenemos que asegurarnos que es inocente, en este caso el monstruo –dijo Valentina dándose cuenta inmediatamente de lo flojo del argumento.

          - ¿Pero cómo vamos a saber si es inocente o no si no vamos? Por cierto, has dicho creo… lugareños, bonita palabra que viene seguro que de lugar, lo cual tiene un problema porque, según eso, todas la personas son lugareñas o lugareños porque todas viven en algún lugar. Nosotras, por ejemplo, somos… lugareñas de la Cueva de los Sueños, al igual que nuestras amigas y Tronco. Y eso significa que llamar lugareño a alguien es no decir nada de particular –dijo Laurita con satisfacción por demostrar tanta inteligencia como la listilla de su hermana.

          - Discrepo, aguda hermana, porque eso de llamar lugareño a determinada gente es para diferenciar entre los que viven habitualmente en un lugar y los que están solo de visita. Por ejemplo, nosotras no somos lugareñas cuando visitábamos a nuestras tías que tan lejos vivían –dijo Valentina con satisfacción.

          - Es posible que en este caso tengas razón y lugareño tenga razón de existir. Pero eso en esta historia es un problema porque al monstruo le persiguen precisamente porque no es un lugareño del lugar de los perseguidores –dijo Laurita.

          - Pero me has dicho, Laurita, que también le acusan por tres crímenes al monstruo ese.

          - Pero estoy segura, Valentina, que le perseguirían menos si fuera lugareño.

          - ¿Qué quieres decir menos? ¿Que irían más despacio?

          Y las dos hermanas rieron mientras sus amigas no humanas las observaban como diciendo: “vaya problemas que tienen los humanos con eso que llaman lenguaje”. Entonces Laurita se pudo seria y preguntó a su hermana si ayudaban al monstruo o no.

          - Vayamos, Laurita, pero preocupación, que fuera de la Cueva somos vulnerables –repitieron a coro las gemelas y sus amigas- mientras se internaban en el Arcón Mágico.

          Y, en efecto, de pronto se encontraron en medio de mucha gente que salía con antorchas gritando: ¡a por el monstruo! ¡matemos al monstruo! ¡matemos a Frankenstein! Por supuesto que era de noche. Las gemelas dejaron que el pueblo se vaciara y se sentaron en el porche de una casa que, incluso, parecía abandonada desde hace tiempo. Y las gemelas comenzaron a caminar por el pueblo hasta alcanzar un sendero por el que no habían ido los lugareños, probablemente el único, lo cual les pareció a las gemelas extraño. En el recorrido Laurita contempló como su hermana se paraba, tocaba el suelo, recogía algo, incluso algo que parecía un hueso mordisqueado. Entonces Laurita preguntó a su hermana:

          - ¿Has visto algo interesante? Por un momento me recordabas a nuestro amigo inglés de la lupa arrastrándose por el suelo. Algo que no te he dicho de la lectura o te lo he dicho mal es que no hay seguridad que el monstruo sea humano, Valentina.

          - Sí, Laurita, es humano. Además ha comido algún guiso y lleva algo de vestido.

          - ¿Estás segura, Valentina? Eso, con tan pocas pistas o huellas, no lo habría sabido nuestro amigo inglés, aunque es verdad que ya estaba achacoso, que creo que así se dice.

          - Verás, Laurita, a pesar de lo oscuro he visto una huella como de un zapato, pero era una huella enorme. Yo diría que era un pie desnudo porque el centro de la huella sobresalía, como si apenas la hubieran pisado, y eso no pasa con los zapatos, botas, zapatillas, o lo que sea. ¡Pero la huella es enorme! También he visto unos huesos… mordisqueados pero que olían como a guiso. Por último mira este hilo, hilacho, que parece de un vestido o una manta, cosa que los animales no usan –dijo Valentina con cierta satisfacción.

          - Según eso, Valentina, son pistas como contradictorias, porque por las huellas no parecería humano, por los huesos no sabemos porque podría ser que fuera un animal que hubiera robado un guiso. Lo mismo pasa con los hilos que has recogido, que podría ser de un humano pero también de los restos de un lugareño al que hubiera atacado el animal –dijo Laurita con igual satisfacción.

          - Pero debemos apostar, porque no es lo mismo ayudar a un humano que a un posible animal digamos… salvaje. ¿No te parece, Laurita? Si es un animal mejor nos volvemos a la Cueva porque corremos peligro y nada podemos ni debemos hacer.

          - Apuesto a que es un ser humano –dijo Laurita algo resignada.

          - Yo también apuesto por ello, un ser humano enorme, desvalido, y quizás acusado de crímenes que no ha cometido. Ahí estamos nosotras. Te acuerdas de cuando nos visito ese personaje tan alto, amable y escuchimizado que decía llamarse Quijote y nos dijo que su misión era… desfacer entuertos y…, si no mal recuerdo –dijo Valentina haciendo un gran esfuerzo.

          - Eso es, muy buena memoria, Valentina. Yo también lo recuerdo, y lo otro era… enderezar agravios, que menos mal que nos lo explicó, que si no estaríamos… a dos velas. ¿Vaya expresión más rara, verdad Valentina?

          - Incomprensible, pero sigamos nuestra tarea, cometido –decía Valentina

          - Misión, fin –completó Laurita y ambos rieron comedidamente.

          Y cuando deambulaban por el pueblo vació apareció un posible lugareño con gafas y enjuto de carnes. A las gemelas no les pareció peligroso precisamente por su aspecto físico y fueron a su encuentro. Habló el supuesto lugareño.

          - ¡Hola, hermosas niñas! ¿Qué hacéis solas en el pueblo? ¿Cómo os llamáis y dónde están vuestros padres?

          - Nuestros nombres son Laurita y Valentina y venimos de muy lejos, donde están nuestros padres. Estamos aquí para ayudar a alguien que quizá se lo merezca, aunque no estamos seguros de ello –dijo Laurita sin dar más pistas.

          - No nos ha dicho tu nombre, señor enjuto, pero me resulta extraño que no nos haya advertido que hay un monstruo por aquí. ¿No cree que corramos peligro? Seguro que sabe algo de todo lo que ocurre y no pretende decirlo.

          - Muy astuta, creo que Valentina, ¿verdad? En efecto, no corréis peligro a pesar de que todo el pueblo crea lo contrario. Yo soy doctor y el creador del monstruo que persiguen y os puedo asegurar que es inofensivo.

          - No nos ha dicho su nombre, pero hemos oído que al monstruo le llaman Frankenstein. ¿Cuál es su nombre? –preguntó Laurita.

          - Me llamo doctor… Frankenstein.

          - ¿Igual que el monstruo? –preguntó Valentina

          - Eso es, igual que el monstruo. Él aún no tiene nombre.

          - Pues Frankenstein le persiguen para matarlo, doctor Frankenstein –afirmó Laurita.

          - Y no son los lugareños los únicos que quieren cometer un crimen –dijo el doctor.

          - ¿Alguien en especial está amenazado por el monstruo? Hasta ahora hemos supuesto que es inocente de todo lo que se le acusa –dijo Valentina.

          - Así es, pero sí es verdad que busca a una persona para matarlo –dijo el doctor sentándose en el porche con las gemelas.

          - Díganos quién es y le llevaremos con nosotros a un lugar… donde nada le puede suceder.

          - Pues soy yo el amenazado –dijo el doctor.

          - ¿Cómo es posible? –preguntó Laurita.

          Es una larga historia, pero el caso es que prometí al monstruo una compañera y cuando la tenía creada murió sin que pueda explicármelo. Y el monstruo me acusa a mí de hacerlo para evitar que fueran dos los que algún daño pudieran hacer a la gente. Yo puedo dominar a un ser creado por mí, peo ya no estoy seguro de que pueda hacerlo con dos, y más si el… amor promedia. Quizá sois muy jóvenes para entender estas cosas pero así son si así parecen.

          - ¿Y no tiene miedo de que le encuentre su… criatura y le mate? –preguntó Valentina.

          - ¿Criatura? Sí, esa es la palabra, avispadas gemelas. No me importa, yo estoy condenado de muchas formas porque si el monstruo mata o hace daño a alguien yo seré el culpable. Soy reo de la justicia o de la venganza –dijo el doctor resignado.

          - Señor doctor, venga con nosotras… de donde venimos y estará a salvo –inquirió Laurita.

          - No puedo dejar a la criatura suelta, debo acabar con élla –dijo el doctor.

          - ¿Aunque sea inocente la criatura? –preguntó Valentina mirando a los ojos al doctor.

          - Aunque sea inocente, es terrible, pero es así, porque no estoy seguro que tarde o temprano sea agredido y se defienda y es un monstruo de dos metros y medio de altura. ¿Os lo imagináis con hambre? No deja de ser un mamífero que siente hambre, frío, sed. Pretendí crear una especie de… nuevo Prometeo, al igual que el mito heleno que robó el fuego a los dioses y se lo entregó a los humanos y por ello fue castigado por los dioses. ¿Si yo me fuera con vosotras a ese lugar misterioso que no especificáis qué hacemos con Frankenstein, el monstruo? –inquirió resignado el doctor.

          Y todos callaron meditando una solución pero nada se les ocurría. Y fue Valentina la que habló:

          - Debemos matar al monstruo pero hacerlo sin que padezca sufrimiento.

          - Valentina, nosotras estamos para ayudar a la gente, no para matarla. Recuerda: desfacer entuertos y enderezar agravios –dijo Laurita regañando a su hermana.

          - Aunque probáramos que es inocente de cualquier crimen que haya cometido siempre será un peligro y no hay cárcel en la que pueda vivir. ¿Prefieres, Laurita, que se le condene a vivir solo toda la vida siendo, además inocente de todo? Él no tiene la culpa de haber sido creado y no podrá trabajar nunca, tendrá que vivir de la caridad pero, ¿alguien podrá ejercer la caridad con él sin peligro? No hay solución, Laurita. Que no sufra y que vuelva de donde vino, es decir, a la… no existencia.

          En estas disquisiciones estaban gemelas y doctor cuando volvían los lugareños alborozados diciendo: ¡Hemos cazado al monstruo!, ¡al asesino! ¡Ya es nuestro! Entonces Laurita se dirigió a uno de los vociferantes con terror de Valentina y le preguntó de que le acusaban y el vociferante les contestó:

          - De un triple crimen: ha matado a una campesina en su casa para robar un carnero, ha matado a su novia y al doctor Frankenstein, que dicen que es su creador –contestó.

          Entonces Valentina se puso en medio de todos y al lado del monstruo que llevaban en una carreta atado con fuertes lianas y dijo:

          - Lugareños de este lugar, soy Valentina y esta que está a mi lado es mi hermana Laurita y os puedo asegurar que el monstruo es inocente de los tres crímenes del que le acusáis.

          Quedaron los lugareños atónitos por la valentía de una niña que aún no era adolescente pero, extrañamente, callaron y la dejaron hablar.

          - En primer lugar no ha matado a nadie del poblado ni robado ningún carnero vivo. Ha robado, es verdad, pero es comida guisada y aquí tengo en esta bolsa los restos de huesos… guisados, no crudos. La lugareña está en su casa muerta de miedo, es verdad, pero viva. Buscad y la encontraréis. En segundo lugar no ha matado a su novia sino, según nos ha dicho el doctor, murió cuando estaba siendo engendrada, perdón, quise decir… creada. En tercer lugar no ha matado a ningún doctor porque el señor Frankenstein es este señor que está a nuestro lado. Es inocente y la pregunta es: ¿a pesar de todo qué hacemos con Frankenstein, quiero decir, con el monstruo, claro?

          Quedaron todos quietos, en silencio, consternados, sin saber qué hacer. Fue entonces que se acercó el doctor al monstruo y le inyectó un preparado que llevaba en una bolsa y estas fueron sus palabras:

          - Soy el creador del monstruo y ahora soy su… descreador. En pocos minutos morirá sin sufrimiento y el asunto quedará saldado.

          Y todos los lugareños quedaron aparentemente satisfechos y todos parecían volverse a sus casas cuando uno de ellos que no se había destacado pero que estaba en primera fila al lado del monstruo dijo:

          - ¿Y quién nos asegura que el doctor no vaya a crear otro monstruo y la historia se repita?

          Entonces intervino Laurita y dijo:

          - Estimados lugareños, mi hermana y yo venimos del futuro y nos llevaremos al doctor con nosotras quiera o no quiera venir porque para eso estáis vosotros, para obligarle. Y en el futuro donde vivimos no se hacen estas cosas o, mejor dicho, lo que se hace es de otra manera y todo controlado. No tendréis peligro, nunca más veréis al doctor ni a nosotras. Esta es nuestra propuesta y nuestra solución.

          Y el que parecía ser una especie de alcalde de los lugareños intervino:

          - Bien parece que es una solución para nosotros, los que aquí habitamos. Pero yo os pregunto, hermosas e inteligentes niñas: ¿es también una solución para vosotras?

          - Lo será, para eso vivimos porque donde vivimos nada nos puede pasar –dijo Laurita.

          Entonces ocurrió que se tomaron de las manos las gemelas y el doctor, pensaron en la Cueva de los Sueños y hasta allí fueron con gran alborozo de sus amigas no humanas.

          - Al fin en casa y os traemos, queridas amigas y Tronco, un nuevo compañero. Se llama Frankenstein y es doctor, que aunque no es veterinario algo podrá hacer cuando nos encontremos enfermas. Quiero decir, cuando os encontréis –dijo Laurita mientras que observaba cómo se desvanecía el doctor en los brazos de Valentina.

          - Lo siento, Laurita, amigas, el docto ha muerto.

          - ¿Cómo ha sido? –preguntó Laurita

          - Se inyectó el veneno que le había quedado de la inyección al monstruo. Yo vi cómo no lo vaciaba del todo –dijo Valentina mientras aún sujetaba al doctor ya cadáver.

          - Lástima no pudieras haberlo evitado, Valentina, tú que te diste cuenta de lo de los restos del veneno –inquirió Laurita consternada.

          Y Valentina, aún más consternada dijo para sí: “Si supieras Laurita que sí pude haberlo evitado nunca me lo perdonarías. Nunca sabrás la verdad”. Y así acabo esta aventura, adjetivo que seguro no les pareció a las gemelas. Y la pregunta es, querido lector: ¿Quién obró a la vez con cordura, ética o bondad, Laurita o Valentina? ¿O acaso no se pueden aunar estos criterios?

miércoles, 12 de abril de 2023

NOTICIAS DE AJEDREZ (2): CAMPEONATO DEL MUNDO

 


Antonio Mora Plaza

 

 "Economista, licenciado por la UCM, bancario, ha trabajado para CC.OO. Seis libros publicados, cuatro de ellos de análisis económico y dos de literatura. Autor, además, de numerosos artículos de economía publicados en revistas especializadas. Colaborador habitual en la revista digital Nueva Tribuna".

 

                       Se está celebrando en la ciudad Astana de Kazajistán el Campeonato del mundo de ajedrez de acuerdo con las normas de la FIDE al mejor de 14 partidas entre el ruso Nepominiachtchi (32 años)  y el chino Ding Liren (30 años). Eso es así porque el actual campeón del mundo, Magnus Carlsen –y considerado uno de los mejores de la historia– no ha querido participar en la disputa de este campeonato para seguir con el título o perderlo. Según sus declaraciones el motivo es que no está de acuerdo con las normas de tiempo para cada partida, pero también sabemos por otras declaraciones suyas de hace algunos meses de que había decidido no disputar el campeonato si su contrincante no era el iraní Alireza Firouzja (20 años), para lo cual éste debería haber ganado el torneo de candidatos, cosa que no hizo. Y, en efecto, todo indica por resultados obtenidos por Firouzja de que es uno los mejores jugadores actuales, pero a él se han unido este año y ya el año pasado jugadores jovencísimos como el indio Gukesh (16 años) y el uzbeco Abdusattorov (18 años), que podrían optar en un futuro a la corona mundial. Hay una nueva generación de jugadores muy jóvenes que pueden optar en el futuro por la corona de campeón, sin que hayan dicho la última palabra jugadores más veteranos pero aún jóvenes como el armenio Levon Aronian (40 años), el filipino Wesley So (29 años),  el japonés Hikaru Nakamura (35 años) o el italo-americano Fabiano Caruana (30 años), ninguno norteamericano de nacimiento pero que juegan con la nacionalidad USA. 

          En cuanto a los dos que se están enfrentando en estos momentos los expertos no señalan a ninguno como favorito y, se podría decir, que puede ganar cualquiera de los dos, pero lo que es muy probable es que ninguno de los dos alcancen la puntuación ELO de Carlsen, con lo cual el campeón in pectore seguirá siendo el sueco, aunque oficialmente será el chino o el ruso el próximo campeón FIDE del mundo. Como puede comprobarse por las nacionalidades de origen, no hay países que tenga actualmente una hegemonía clara[1] y larga en el tiempo, cosa que sí ocurría desde que el ruso Alekhine[2] ganó la disputa del título al genio cubano José Raúl Capablanca en uno de los duelos más espectaculares de la historia. Desde entonces el campeón del mundo era ruso o soviético –para ser más exactos– con campeones como Botvinnik, Bronstein, Smyslov, Tal, Petrosian, Spassky, Karpov y Kasparov. Es verdad que hubo un pequeño interregno cuando el holandés Max Euwe le arrebató el título a Alekhine…, pero lo recuperó de nuevo en un torneo de revancha –entonces el campeón elegía al retador pero hace tiempo que las normas FIDE no lo permiten. La racha soviética se rompió en 1972 en Reikiavik, Islandia, cuando otro fenómeno del tablero como fue Boby Fischer le arrebató el título a Boris Spassky en un encuentro muy mediatizado, con temas como la guerra fría y algunas manías de el de Baltimore, que dieron mucho juego a periódicos y periodistas que no solían ocuparse del juego de los 64 escaques y eran, a lo más, simples aficionados. Fischer era considerado antes del encuentro un genio del tablero, pero no había obtenido hasta la disputa del título grandes resultados aunque ganara algunos torneos. En realidad era un jugador con un talento fuera de serie pero desigual, algo inconsistente para considerarle hasta casi ese año campeón del mundo. Incluso antes de las eliminatorias previas el favorito era Spassky, pero en esas eliminatorias Fischer obtuvo dos victorias inauditas entre jugadores de élite: ganó 6 partidas por ninguna derrota y ningún empate al ruso Taimanov y el mismo resultado al que estaba considerado como un posible campeón del mundo, el danés Bent Larsen. También venció con claridad al que había sido campeón del mundo antes que lo fuera Spassky el también soviético Tigran Petrosian. 

          Pero Fischer se retiró del juego del ajedrez a nivel de élite sin defender su título en los años siguientes y le sucedió el también ruso Anatoy Karpov, que había ganado el torneo de candidatos previo. Karpov está considerado un heredero de Capablanca por su juego posicional. A éste le arrebató el título uno de los mejores de la historia como ha sido el azerbayano Garri Kaspárov, el ogro de Bakú, considerado a su vez heredero del estilo táctico de ataque de su compatriota Alekhine. Le siguió otro ruso, Victor Krámnik, a éste el búlgaro Veselin Topalov, a éste a su vez el indio Viswanathan Anand, y fue a este campeón indio al que arrebató el título el aún campeón del mundo Magnus Carlsen –aunque le quedan apenas un mes de título–, considerado por los expertos como uno de los mejores de la historia. 

          Un tema curioso y muy especulativo que siempre se suscita entre los periodistas y aficionados al ajedrez es quién ha sido el mejor de la historia. La conclusión es que eso es muy difícil de establecer y la cuestión no tiene mucho sentido. Es, además, una pregunta ideológica porque encierra el prejuicio de considerar que siempre ha de haber un primero, un número uno, uno victorioso y un segundo siempre –y aquí se cuela la ideologíaderrotado, un fracasado. Forma parte de la ideología neoliberal y de la pseudo-filosofía anglo-yanqui y también germana. Una estupidez cuando se quiere ir más allá de la mera especulación y entretenimiento, porque puede dar lugar a supremacismos –que esconden complejos de inferioridad muy peligrosos, cosa que ha ocurrido con el idealismo alemán o con el todavía –pero por poco tiempo supremacismo ideológico anglo-yanqui. Por eso decía Mijaíl Tal, otro de los mejores de la historia, cuando perdió su título de campeón que este título es efímero pero que el de excampeón es permanente. No obstante hay dos formas de establecer alguna comparación: una es ver los resultados obtenidos por grandes jugadores que hayan coincidido en el tiempo en torneos o bien por la puntuación ELO, que se establece a base de incorporar a la puntuación de cada jugador en parte la puntuación de los contrarios a los que se derrota, se pierde o se empata, algo parecido pero no igual a lo que ocurre con el tenis. En el tiempo coincidieron Alekhine y Capablanca, además del que fuera campeón del mundo el alemán Emanuel Lasker, otro genio que mantuvo el título durante 27 años. Es verdad que Alekhine ganó el campeonato en 1927 por 6 victorias contra 3 derrotas y múltiples tablas, pero también es verdad que el cubano siempre había ganado al ruso hasta ese momento. Lo mismo pasó con Fischer y Spassky, donde el americano nunca había ganado al ruso antes de la disputa del título. Luego vinieron las peleas ajedrecísticas entre Karpov y Kaspárov y este último se hizo con el título por los pelos, también bajo consideraciones periodísticas de si el primero representaba el establishement soviético y el de Bakú la crítica al régimen cuando aún no había caído el muro de Berlín. En definitiva, mucho entretenimiento periodístico para no hablar de ajedrez dado que ello exige de auténticos especialistas. Pero volviendo a Karpov y Kaspárov, ambos siguen jugando torneos, incluso algunos de élite, pero está claro que su tiempo ha pasado porque ambos pasan de los 60 años, aunque Kaspárov por muy poco.         

          Uno de los problemas que tiene el ajedrez es que la ventaja que da jugar con blancas –lo que supone iniciar la partida– hace que las estadísticas de victorias de blancas sobre negras esté en torno al 55% frente al 45% (no contamos las tablas). Una posible solución sería que las negras pudieran mover dos peones a la vez en lugar de uno al inicio de la partida, por ejemplo; otra, más arbitraria, sería que no valiera lo mismo la victorias con blancas que con negras a la hora de la puntuación y clasificación en los torneos. Aquí la imaginación puede hacer su papel. 

          Resulta llamativo que periódicos supuestamente deportivos como el AS o el MARCA o programas deportivos –aunque luego hablen casi solo de fútbol– como Jugones o el Chiringuito no dieran noticias cuando España obtuvo en tercer puesto en el Campeonato del mundo de naciones último, con jugadores como Jaime Santos, David Antón, Danill Yuffa, Miguel Santos y Alexei Shirov, superando en la puntuación a países europeos de gran tradición ajedrecística como Polonia, Hungría, o a la misma Francia, que tiene a un jugador francés en la elite como es Vachier-Lagrave o que juega para ese país el iraní Firouza ya mencionado: ¡una vergüenza que los periodistas y periódicos españoles ni se hayan enterado, ni den la noticia ni parezca que les importe! Es excepción El País, que por medio del especialista Leontcho García suele cubrir los eventos de las 64 casillas desde hace décadas. 

          Y nada más, que gane el mejor[3] entre el chino y el ruso, pero todos los expertos consideran que todavía el mejor es el sueco Magnus Carlsen pase lo que pase en Astana.



[1] En los próximos años es India quien tiene todas las papeletas para establecer una nueva hegemonía pero aún es pronto para asegurarlo.

[2] Su verdadero apellido es Aliojin pero se nacionalizó francés y la prensa francesa le cambió el nombre por el de Alekhine, lo cual es una estupidez puesto que los nombre y apellidos no se traducen.

[3] Cuando estoy escribiendo esto es el segundo día de competición y el resultado es de unas tablas y una victoria del ruso..

sábado, 25 de marzo de 2023

PAISAJE TRAS LA MOCIÓN DE CENSURA

 

Antonio Mora Plaza


"Economista, licenciado por la UCM, bancario, ha trabajado para CC.OO. Seis libros publicados, cuatro de ellos de análisis económico y dos de literatura. Autor, además, de numerosos artículos de economía publicados en revistas especializadas. Colaborador habitual en la revista digital Nueva Tribuna".

        Tras el ridículo hecho por el Sr. Tamames y el partido de extrema derecha VOX, un mal pensado, alguien que creyera en las teorías de la conspiración, podría pensar que este nuevo viejo profesor de Estructura Económica ha sido un topo en manos de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz para desperezar al votante de izquierdas dormido encuesterilmente. Y para rematar la faena, que el que estaba en el caballo troyano era Gabriel Rufián, el mejor tribuno del Parlamento, aunque siempre con la enorme tara de que representa a un partido que pretende ser de izquierdas siempre que no le toquen el tema territorial, que ahí es, como todo nacionalista, de derechas. Pero las conspiraciones de verdad sólo existen para matar al César de turno, las demás son fantasías erógenas. El Sr. Tamames escribió el único libro que existió de Estructura Económica de España que elaboró al tener que preparar unas oposiciones -creo recordar al Estado- según él mismo cuenta. Era una mezcla el libro, sector por sector, de descripción de la realidad y crítica a los comportamientos empresariales y políticos que ayudó en este país –en los de lengua anglosajona no existen estudios de este tipo– a que parte de las élites de la Administración del Estado tomaran decisiones no tan solo con conocimientos leguleyos; también a los ciudadanos curiosos y estudiantes de Económicas a conocer nuestras fortalezas y debilidades económicas. Contaba Fernando Claudín que, antes de escribir su libro La crisis del movimiento comunista, le ayudó el libro a comprender que este país –que insistía Santiago Carrillo– ya no era el mismo, no solo el posterior a la guerra incivil, sino al poco del plan de estabilización. El franquismo realizó de forma criminal la acumulación de capital marxista de un sistema en el que, al comenzar la guerra, la mitad de la población vivía y trabajaba en y del campo a otra sociedad donde el turismo, la industria del idioma español, un sector industrial incipiente, un sistema de comunicaciones físicas –desarrollado sobre todo con los gobiernos de Felipe González-, las exportaciones, las primeras inversiones habían transformado la economía de tal manera, que ya no era posible mantener dos ficciones: la vuelta atrás del régimen franquista y, simultáneamente, la imposibilidad de que ese régimen sobreviviera a su criminal dictador Francisco Franco. El PCE, el turismo y la televisión fueron el caballo de Troya que dinamitaron el franquismo y, en menor medida, la supuesta mayoría de ciudadanos de este país que quisieran traer la democracia, aunque yo creo que nunca hubo mayoría. En este sentido la izquierda española ha fracasado porque el franquismo pervive en un sector de la sociedad española pero transformado, adaptado a los nuevos tiempos. Prueba de ello es que el Partido Popular haya podido gobernar y pueda hacerlo de nuevo con la extrema derecha, como ya ha hecho en algunas Comunidades y lo hace actualmente en Castilla y León. El franquismo de ahora es machista, antiecológico, xenófobo, aderezado con cosas que han oído en las escuelas de negocios los mozalbetes pijos de derechas como es el neoliberalismo y el catolicismo integrista. Y gobernar el PP y resucitar el franquismo es todo uno mientras dependa de VOX.     

          VOX recoge todo esto y, como nos contó Yolanda Díaz y Gabriel Rufián, vota en contra de todas las medidas, no solo progresistas, sino contra todas que proponga el gobierno de coalición por ser las dos cosas: el Gobierno de un Estado y por serlo de coalición con partidos nacionalistas. Con ello VOX nos dice para el que sepa y quiera oír que está de paso por la democracia, que la democracia es para ellos un obstáculo a sortear hasta que haya una mayoría de españoles les voten y puedan gobernar en coalición con el PP y, con ello, acabar con la democracia con el BOE en la mano, sin necesidad de tanques en la calle ni asaltos a Congresos. VOX está esperando su oportunidad y sólo se hay o se forma una mayoría de demócratas en este país nos salvaremos de instaurar una autocracia con urnas en el mejor de los casos. Los españoles tienen la palabra. 

          Pedro Sánchez, Gabriel Rufián, Yolanda Díaz y el resto de los diputados progresistas de la Cámara omitieron decir que, en un ejercicio de ucronía muy conveniente, si retrocediéramos unos cincuenta años atrás en el tiempo y el Sr. Abascal fuera ministro de Franco, al que tenía a su derecha –si pudiera– le hubiera detenido y torturado; incluso en los mejores tiempos del franquismo –que fueron casi todos porque hasta el año 1975 Franco firmaba sentencias de muerte– al que tenía a su derecha, insisto, le hubiera fusilado. El que tenía a su derecha era el profesor Tamames, ¡el mismo que presentaba la moción de censura en representación de VOX! El Sr. Tamames tiene todo el derecho a no ser comunista y más ahora que el comunismo no existe como tal –tan solo a veces nominalmente–; más aún, tiene todo el derecho a cambiar la chaqueta comunista por la corbata neoliberal si es que alguna vez fue de lo primero, faltaría más. El profesor Tamames tiene derecho a ser incoherente entre su pasado y su presente porque eso es evolucionar. Lo que es incoherente, absurdo, ridículo y estúpido es intentar cambiar España con medidas contrarias a las votadas y propuestas por el partido en nombre del cual se presentaba como candidato porque eso es caer en la falacia de la extrema derecha, la de creer que la extrema derecha es un partido más de la democracia: la extrema derecha es el cáncer de la democracia, cuya metástasis en España y en todo el planeta contamina a la autoproclamada derecha neoliberal; incluso a veces llega a la socialdemocracia. En Francia, Italia, Polonia, Hungría, Brasil, USA (Trump), Rusia (Putin), etc., cambian las formas, las caretas, las lenguas y lenguajes, creencias religiosas a veces, pero su fin es el mismo: acabar con los que no piensan como ellos o, al menos, arrebatarles las libertades y derechos, y eso sólo se puede hacer si se hace con todos, también con los que les votan. 

Y volviendo al Sr. Tamames, este anciano en años e ideas, apenas propuso nada dado su estado senil y todo fueron críticas, pero hay que volver a leer entre líneas y no siempre se puede hacer el Tancredo a lo Rajoy, es decir, aquello que dijo el gallego indolente cuando ganó las elecciones en el 2011 cuando una periodista le preguntó por las medidas que iba a tomar y dijo una frase que ya nadie recuerda: “generar confianza”. Así, sin más, sin programa. Y ya sabemos lo que pasó con Rajoy: aumento de la deuda en 350.000 millones, redujo a cero el Fondo de Reserva o hucha de las pensiones desde el monto acumulado de 70.000 millones, ¡aumentó además los impuestos!, batió el récord de parados, de población desocupada, de menos cotizantes y cotizaciones a la Seguridad Social, récord en prima de riesgo, ¿aumento? de las pensiones durante cuatro años del ¡0,25%!, y acabó su legislatura quitando a los asalariados la red de los convenios colectivos. Es verdad que aún así hay pensionistas y asalariados que están dispuestos a votar de nuevo al PP pero de estulticia hablamos otro día. ¿Y cuál es la alternativa que propone Tamames y VOX a cambio?: la nada. 

          La diferencia de esas cifras –salvo lo de la deuda– es abismal y en casi todas las magnitudes hemos mejorado de 3 años para acá de forma casi sorprendente tras la herencia recibida del Tancredo gallego, el terrible covid –por las muertes y el desastre económico- y la guerra de Ucrania. Hay algunos nubarrones, por supuesto, como es el cómputo entre los no parados de los fijos-discontinuos –no ha cambiado los criterios de cómputo-, el tema de la vivienda y la cesta de la compra, sobre todo de los alimentos frescos. Pero la diferencia entre la política del “generar confianza” del indolente gallego y la actual es el papel de lo público en la economía, en lo social y en los derechos civiles. Esta debiera ser una lección para el ciudadano español que, a fuerza de no distinguir entre Estado y Administración, entre no enterarse que gran parte de el llamado Estado de Bienestar está transferido a las Comunidades Autónomas y de no distinguir entre neoliberalismo de conveniencia (Rajoy) y keynesianismo oportuno u oportunista (Sánchez), lleva a que una parte decisiva de estos ciudadanos voten en contra de sus intereses. Por eso la consigna de la izquierda debiera ser: ¡pensionista, asalariado, pequeño empresario, autónomo, sé egoísta y vota a la izquierda! 

          El que hubiera leído la prensa de derechas en España –casi toda la escrita, la de siempre– habría notado quizá con sorpresa que los artículos de opinión discrepaban con la oportunidad de la moción de censura, de su utilidad y que podría suponer un balón de oxígeno para la izquierda. Sólo había que leer los editoriales del ABC, el Mundo o la Razón, aunque fuera con la tara de el nivel cero intelectual que muestran esos políticos frustrados que son los opinadores de estos medios. Algo sospechaban que no iba a salir bien porque parecía que la derecha todo lo tenía en contra: el PP no se iba a sumar al voto afirmativo, el Sr. Feijoo no iba a comparecer, un excomunista representando a VOX que, además, está más cerca del descanso eterno que de la actividad de cualquier tipo. Y así ha ocurrido. 

          Ahora sólo queda para rematar la faena de que Unidas Podemos participe en el proyecto de Yolanda Díaz, que deje los tics pequeño-burgueses que tuvo de la mano de Pablo Iglesias, que se sume a SUMAR en pie de igualdad con el resto y bajo la batuta de la excelente oradora con ideas que es esta otra gallega, tan distinta del indolente gallego que nos gobernó –el de los “hilillos del chapapote” –. Hay mucha tarea para hacer, mucho traje que confeccionar, pero la dirección es la correcta porque las cifras lo atestiguan. Y una cosa más que la izquierda tiene que abordar y es el problema de que el Estado de las Autonomías, tanto en su fiscalidad como en su gasto público, sirve a la derecha. Es verdad que no hay vuelta atrás, pero por ello, hay que poner dos marchas hacia adelante evitando el dumping fiscal y la destrucción del Estado de Bienestar en las Comunidades en las que gobierna el PP, solo o en coalición, y en aquellas que gobierna el PSOE pero que emitan al PP (la de Aragón). El Estado de las Autonomías pudo ser un error, creo que fue un error; ahora es un error mantenerlo como está. El impuesto compensatorio sobre las grandes fortunas es un buen camino, pero el camino a recorrer es más duro que el de Ulises volviendo a Ítaca.


KEYNES, SRAFFA, MARX


 "Economista, licenciado por la UCM, bancario, ha trabajado para CC.OO. Seis libros publicados, cuatro de ellos de análisis económico y dos de literatura. Autor, además, de numerosos artículos de economía publicados en revistas especializadas. Colaborador habitual en la revista digital Nueva Tribuna".

martes, 28 de febrero de 2023

A PROPÓSITO DE UCRANIA Y LA IDEA DE ESTADO EN CERVANTES

 


Antonio Mora Plaza

 

   "Economista, licenciado por la UCM, bancario, ha trabajado para CC.OO. Seis libros publicados, cuatro de ellos de análisis económico y dos de literatura. Autor, además, de numerosos artículos de economía publicados en revistas especializadas. Colaborador habitual en la revista digital Nueva Tribuna".

 

           Ser ideológicamente de izquierdas no es difícil, aunque no siempre se es lo que parece, pero serlo intelectualmente es mucho más difícil porque, no solo exige comprender el mundo social, sino querer transformarlo[1] en un orden más justo, más equitativo, más seguro, pero desde las posibilidades reales, desde el mundo real y no solo desde el mundo de los deseos, sin renunciar a los ideales pero sí enterrando utopías. Ser de derechas no tiene ninguna dificultad porque las derechas en los momentos actuales dejan a eso que se llama “el mercado” para que, bajo la bandera solo del egoísmo, cambie las cosas sin más criterio que el poder de compra. Así, y a modo de ejemplo, hemos visto que dos analfabetos funcionales –apelando al mero egoísmo individual- como son el Sr. Rajoy y la Sra. Ayuso han llegado a ser presidentes de diferentes ámbitos geopolíticos en nuestro Estado. Y ahora aspira a lo mismo otro analfabeto funcional como es el Sr. Feijoo. Y por ahí fuera aún es peor como por ejemplo en USA, donde un analfabeto y cretino como Donald Trump ha llegado a ser presidente; vemos también los casos de Bolsonaro o Berlusconi. Y todo ello democráticamente, mediante elecciones, es decir, bajo la consideración legítima de que una parte suficiente de ciudadanos han elegido analfabetismo, cretinez y egoísmo para sus gobernantes. Pero, volviendo al tema de la dificultad de gobernar y hacer política de izquierdas, lo vemos en el partido catalán ERC, que solo es de izquierdas cuando no se ocupa de temas territoriales, defendiendo un nacionalismo, es decir, una ideología de derechas; un ejemplo de lo segundo son las declaraciones de la líder de Unidas Podemos, Ione Belarra, a raíz del ataque y ocupación parcial del ejercito de la Federación rusa por orden del presidente de la Federación, el Sr. Putin, a un ¡Estado soberano! como es Ucrania. Todo lo dicho hasta ahora se pretende que lo sea de forma concisa y, sobre todo, precisa: no he empleado palabras como independentismo, nación, país, conflicto, guerra, porque estas encierran conceptos e ideas imprecisas para el tema que nos ocupa. Y las palabras sobre lo que ha hecho en Ucrania creo responden con precisión: ataque y ocupación parcial, estado soberano. Decía Ortega y Gasset que la claridad es la cortesía del filósofo, pero eso también atañe a los que escribimos -aunque estemos lejos de ser filósofos oficialmente- porque si las palabras anteriores las leyera la señora Belarra y muchos que se supone que son de izquierdas les llevaría a meditar sobre lo hecho en Ucrania: un ¡Estado soberano ataque a otro Estado soberano! bajo diversos y cambiantes pretextos y ocupa parte de su territorio. Y una de esas razones que aduce el Sr. Putin es que en el Donbás hay una mayoría rusófila, es decir, que hablan el ruso, como si eso le diera derecho a tamaña felonía. Con ese argumento Alemania podría reivindicar la anexión de Austria –cosa que hizo Hitler en 1938-, Portugal anexionarse Brasil –o al revés- porque ambos hablan el mismo idioma o España a Hispanoamérica –o al revés también- también por los mismos motivos. Y si se aducen cuestiones de religión o étnicas la cosa es aún más grave porque ello supone apelar a instituciones privadas o a razones racistas para el mismo fin. Ya en otro artículo he rebatido cuestiones como las supuestas amenazas para Rusia de la proximidad a Rusia de algunos países, de pertenecer a la OTAN o de los intereses yanquis en el país de Tolstoi: no puede sentirse amenazado nadie que disponga de 6.000 ojivas nucleares. 

          Pero el tema de este artículo es otro, aunque relacionado y supone una invitación a la gente de izquierdas a leer a Cervantes y no solo El Quijote. Aquí trataré de demostrar que el insigne escritor –el más grande en cualquier lengua- tenía una concepción crítica del Estado mucho más moderna que la que parecen tener muchos políticos de izquierdas, incluida la Sra. Belarra, a la que invito a leer en concreto –no soy muy exigente- tan solo el capítulo XXII de la primera parte de El Quijote –cuando aún solo era hidalgo- y las novelas ejemplares de La Gitanilla, Rinconete y Cortadillo y La española inglesa. Las razones por las que he elegido este capítulo y esas tres novelas de las doce[2] seguras que escribió Cervantes se verá en lo que sigue, pero podría haber elegido otros capítulos e, incluso, alguna otra novela ejemplar cervantina. Pero antes de entrar en lo concreto hay que señalar que, para evaluar la concepción del Estado que tiene Cervantes o cualquier otro escritor o intelectual, se pude hacer de dos formas: bien con una visión historicista –se incluye la historia real y la historia de las ideas-, es decir, con visión diacrónica, o desde una visión meramente filosófica, donde se intente precisar a priori conceptos e ideas como estado, soberanía, nación, país, imperio, etc. que forzosamente ha de tener marchamo ahistórico, sincrónico. Lo mejor es una combinación de ambas, desde luego, si ello no supone relativizar los conceptos, es decir, hacerlo triviales, inoperantes. Estas ideas acerca del Estado arrancan desde luego en Platón (la República) y en Aristóteles (Política), sin menoscabo de que haya precedentes y que el tema aparezca en otras obras de estos mismos filósofos. Luego es Maquiavelo ya en el siglo XV quien en El Príncipe consolida la idea de Estado y soberanía, y de paso la diferencia entre Gobierno y poder. Ya en el capítulo I de su libro nos dice que: “Todos los Estados, todas las dominaciones que han ejercido y ejercen soberanía sobre los hombres han sido y son repúblicas o principados”. Por supuesto que la palabra república está más cerca de la idea de país del presente que la de una forma de gobierno, pero aquí lo esencial son las palabras Estado y soberanía. Maquiavelo no arranca definiendo estos conceptos porque da por supuesto que sus posibles destinatarios conocen y han leído las obras de Platón, Aristóteles, incluso a Tomás de Aquino, y saben que Estado se refiere a unos habitantes que habitan en una zona geográfica y que están sometidos y protegidos –según los casos- a unas mismas leyes. Lo que cambian son las formas de gobierno que diríamos hoy como son la monarquía, oligarquía, democracia, etc., conceptos que aparecen en las obras mencionadas. Con sus limitaciones en cuanto a esos ciudadanos a los que afectan las leyes porque de su bondad están excluidos en Platón y Aristóteles esclavos, mujeres y niños. Evidentemente bajo criterios modernos ambos son racistas, machistas y supremacistas, pero juzgarlos con nuestros criterios sería simplemente estúpido porque todos son y somos hijos de un tiempo, incluso los genios. Creo que eso es tan evidente que no debiera la pena perder tiempo en ello. Y desde el hispanismo podemos apelar también a la Escuela de Salamanca, donde se crea y desarrolla el derecho moderno y el análisis económico (arbitristas) también. 

          Y ya vayamos al capítulo XXII de la primera parte de El Quijote y nadie mejor para describir la situación que el genial manco: “Cuenta Cide Hamete Benengeli[3] que… don Quijote alzó los ojos y vio que por el camino que llevaba venían hasta doce hombres[4] de a caballo y dos de a pie, ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con esposas a las manos; venían asimismo con ellos dos hombres de a caballo y dos de a pie: los de a caballo, con escopetas de rueda, y los de a pie con dardos y espadas”. Entonces Sancho Panza, quizá temiendo la reacción de Don Quijote, dice que son “gente forzada del rey, que va a las galeras”, lo cual era peligro sumo. Pero el escudero –no tan fiel a veces como dice el tópico- no evita que el hidalgo al que sirve monte en cólera inmediatamente y diga: “¿Cómo que gente forzada? ¿Es posible que el rey haga fuerza a ninguna gente?”. Sancho Panza, que ya lleva algo más de media docena[5] de capítulos conociendo a su amo y tratándole de calmarle le dice que: “No digo eso sino que es gente que por sus delitos va condenada a servir al rey en las galeras de por fuerza”. Don Quijote replica algo que parece obvio y es que “van por fuerza y no de su voluntad”, a lo que su escudero, con una sabiduría e inteligencia impropia de un simple labrador de la época, replica que: “Advierta vuestra merced, que es el mismo rey, (que) no hace fuerza ni agravio a semejante gente, sino que los castiga en pena de sus delitos”. Llegado a este punto hay que aclarar varias cosas. En primer lugar que, aun cuando el escudero no pronuncia la palabra ley, se supone que el castigo no es capricho del rey sino que ¡han sido juzgados y sentenciados en base a una ley!; en segundo lugar que deberemos distinguir siempre entre lo que piensa Cervantes de lo que dice y hace Don Quijote y todos los personajes de sus obras por dos cuestiones distintas: para escapar a las posibles represalias de la Santa Inquisición y por los efectos literarios de su obra, que le permite crear singulares personajes haciendo y opinando cosas impropias de sus oficios y condición. Un ejemplo son el cura y el barbero, que jamás se les ve impartiendo los sacramentos o cortando el pelo respectivamente, es decir, haciendo cosas propias de su oficio. Sería prolijo enumerar siquiera la lista de las fechorías de esos delincuentes, pero nuestro hidalgo considera que es una ocasión para ejercer su oficio que es “desfacer fuerzas y socorrer y acudir a los miserables”, eligiendo Cervantes precisamente por su ambigüedad la palabra miserable y más en este contexto. Don Quijote carga contra los guardas después de un intercambio de palabras y razones y lo que ocurre se lo dejo a la posible curiosidad del lector. Y ahora toca meditar la diferencia entre el mundo en el que vive mentalmente Don Quijote y el mundo donde acontece la novela: para el hidalgo ¡no existe el Estado! e impera la ley de fuerza!; pero en el mundo real ¡de la propia novela! hay leyes que obligan, jueces que juzgan y policías –guardas, pero también alguaciles y corchetes- que facilitan la ejecución de las sentencias. ¿Y qué opina Cervantes de lo que hacen los personajes que crea en este capítulo de su obra? Pues el alcalaíno es, por encima de todo, un escritor que ha entendido su oficio como nadie, que utiliza la invención para crear personajes singulares, confrontado lo que dicen con lo que hacen y siempre de forma impropia, exagerada, ajena a sus oficios, siempre con afán de sorprender al lector, para que no pueda cerrar el libro o dejar de seer leído en voz alta a otros, creando intriga y suspense como se puede ver en las Novelas Ejemplares y en el Persiles; intriga y suspense que muchos estudiosos de su obra no perciben. Esto debiera ser obvio, pero no lo es si, por ejemplo, traemos a colación nada más y nada menos que a otro gran don Miguel, a Unamuno, en su obra Vida de Don Quijote y Sancho. El escritor vasco recorre capítulo a capítulo la obra de Cervantes y nos dice, a modo de ejemplo, la siguiente barbaridad: “El fin de la justicia es el perdón, y en nuestro tránsito a la vida venidera en las ansias de la agonía, a solas con nuestro Dios, se cumple el misterio del perdón para los hombres todos”. Unamuno retrocede siglos, incluso más que el propio personaje de ficción, y apela a Dios porque Don Quijote habla del Dios cristiano, pero también de la naturaleza como responsable copartícipe del supuesto derecho a la libertad de los galeotes a pesar de sus graves delitos. Y el escritor vasco persiste en su barbaridad a raíz del capítulo comentado diciendo que: “Allá se lo haya cada uno con su pecado; Dios hay en el cielo, que no se descuida de castigar al malo ni de premiar al bueno”. Y en cuanto a Cervantes decir que, a pesar de su genio, es hijo de su tiempo y ese arrebato de… luteranismo, es comprensivo, pero no en un escritor español del siglo XX. Ni el fin principal de la justicia es el perdón, ni Cervantes es Don Quijote porque eso imposibilita entender de verdad la intención última de Cervantes. Y es que al mezclar naturaleza y Dios, al concluir que ni siquiera el rey puede impartir justicia –que son las leyes y los jueces de la época- el ateo Cervantes hace una crítica monumental a la religión y a la aplicación de la ley, a sus posibles arbitrariedades, a sus exageraciones, a sus desigualdades[6]. Y, sin embargo, Cervantes no duda de que la libertad ha de ejercitarse desde la soberanía de los Estados y no desde la razón de la fuerza como intenta su héroe Don Quijote. Unamuno, al no distinguir entre creador y personaje creado, desbarra sin posible recuperación. Podemos concluir –independientemente del lado en el que se coloque Cervantes- que el genial escritor enfrenta al régimen feudal donde impera la razón de la fuerza al Estado moderno –de la época- donde ya existe la ley que obliga a todos para que impere la fuerza de la razón, es decir, la ley. Es verdad que no siempre se cumple, bien porque la ley no es igual para todos, bien por los defectos en su aplicación[7], pero en el paso dado media un abismo entre la razón de la fuerza feudal y la fuerza de la razón de la ley de un Estado. Lutero, con su reforma, hundió a lo que hoy es más o menos Alemania en el feudalismo, al igual que hacen los nacionalismos de antes y ahora más allá de que esa no sean sus intenciones. 

          Ahora vamos a enfrentarnos a dos novelas ejemplares donde hay un Estado dentro de un Estado, cuestión que luego matizamos porque eso, dicho así, es una contradicción. Me refiero a La Gitanilla y a Rinconete y Cortadillo. En la primera están los gitanos, con sus códigos y leyes, donde como dice el gitano viejo, el patriarca de los gitanos, que: “Entre nosotros, aunque hay muchos incestos, no hay ningún adulterio[8]; y cuando le hay en la mujer propia o alguna bellaquería en la amiga, no vamos a la justicia a pedir castigo; nosotros somos los jueces y los verdugos de nuestras esposas o amigas; con la misma facilidad las matamos y las enterramos por las montañas y desiertos como si fueran animales nocivos: no hay pariente que las vengue ni parientes ni padres que nos pidan su muerte”. Es posible que Cervantes exagerara algo porque resulta que Preciosa –la gitanilla y personaje principal de la obra- tiene a su vez su propia ética de conducta frente a la moral grupal de los gitanos, interpretada por el gitano viejo. Pero Cervantes ahora quiere mostrarnos lo terrible que es vivir fuera del Estado, donde cada grupo o individuo pueda ejercer su código de conducta frente a los demás, sin leyes escritas, sin juicios, sin posibles defensas, sin graduación del castigo, sin posible retorno a la vida civil una vez cumplida la condena. Es verdad que hay que volver a la misma idea de antes, que Cervantes es un escritor, no es un jurisconsulto, no es un juez, no es un abogado, en lenguaje de la época, no es un corregidor, no es un alguacil, no es un guarda, no es un corchete[9], etc.; Cervantes siempre exagera, pone en un brete a sus personajes, su cinismo es infinito, justifica su obra –véase el prólogo a las Novelas Ejemplares- y luego hace decir y hacer lo contrario a sus personajes y solo con dos intenciones: sortear la censura de la época y crear a sus personajes, porque en la literatura solo desde los extremos, desde el abismo, se crean personajes. Y en el caso de Preciosa es un soberbio personaje, en el que se inspira Víctor Hugo para su Esmeralda en Nuestra Señora de París. 

          Y ahora vayamos a Rinconete y Cortadillo. Nos dice Cervantes que “acaso son dos muchachos de hasta edad de catorce o quince años; el uno ni el otro no pasaban de diecisiete”, dejando el escritor algo indefinida la edad como solía hacer con muchos de sus personajes. Ambos se encontraron “en un día de los calurosos del verano” en la venta del Molinillo” que estaba en “los Campos de la Alcudia” (Ciudad Real). En ese momento sus apellidos son Rincón y Cortado y sus oficios –por llamarlos de alguna manera- son: uno que dice ser hijo de sastre y corta “antiparas… que son medias calzas” -una especie de medias o polainas-, y el otro que es simplemente un tahúr, un echador tramposo de cartas. Ambos intentan sobrevivir merced a su juventud y a sus escasos saberes, son dos pícaros. Tras un formidable diálogo que ambos entablan y que ocupa casi la mitad de la obra, resulta que Rincón –con la complicidad sobrevenida de Cortado- se hace con unos dineros[10] y siguen su caminar hasta recalar en Sevilla, en la plaza de San Salvador y, más concretamente, en el patín de Monipodio, un estrafalario y formidable personaje que crea Cervantes. Este Monipodio es el jefe de una especie de cofradía que ha formado a su gusto y con toda suerte de leyes grupales –moral- que no deja de ser en lenguaje moderno una mafia para el robo, pero un robo en el que sus víctimas no son ni pueden ser el clero o la nobleza. Por ejemplo, uno de los miembros de la cofradía –un mozo- dice que: “En eso de restituir no hay que hablar porque es cosa imposible por la muchas partes en que se divide lo hurtado, llevando cada uno de los ministros y contrayentes[11] la suya; y así el primer hurtador no puede restituir nada; cuanto más que no hay quien nos mande hacer esta diligencia a causa de nunca nos confesamos, y si sacan cartas de excomunión, jamás al tiempo que se leen si no es en los días de jubileo por la ganancia que nos ofrece el concurso de la mucha gente”. Dicho de otra manera, tienen definido a quién pueden robar y como repartirlo, que es lo único problemático porque el robo lo tienen como oficio digno y de provecho, también para el alma. Y el propio Monipodio va desgranando doctrina sobre el robo, sobre a quien hay que tener comprado como son “el procurador que nos defiende, el guro (alguacil) que nos avisa, el verdugo que nos tiene lástima”, etc. Monipodio ha creado un Estado dentro de un Estado, con sus leyes, juicios y castigos para toda su feligresía; de Rinconete y Cortadillo salen como mínimo el Padrino, de Mario Puzo y, parcialmente, el Oliver Twist, de Charles Dickens. ¿Y qué piensa Cervantes de todo esto? Aquí el narrador se muestra más ecléctico, es un creador más contemplativo que juzgador: de Cervantes sale Barug Espinosa y la ejemplaridad de estas dos novelas y de todas es muy sui generis porque el autor, a diferencia de El Quijote, pone el juicio en el lector pero con la advertencia implícita de lo terrible que es para la sociedad los Estados dentro de los Estados; de sus consecuencias, de los comportamientos de los gitanos con sus mujeres que cometen adulterio –por ejemplo- o del parasitismo y despilfarro que es el robo consentido por parte del Estado, que lo anula parcialmente en la medida que las leyes de éste no son para todos en la práctica. Y ello, no solo por la imperfección de la aplicación de la ley, sino por esas minorías –gitanos y cofrades- que viven al margen al menos parcialmente de leyes e instituciones. Esa es la verdadera ejemplaridad que nos propone muy taimadamente Cervantes y no ninguna moralidad especial, como sí hace el protestantismo o el anglicanismo, con una literatura de buenos y malos, de crímenes y venganzas, de dragones y mazmorras (Shakespeare, Las aventuras de Sherlock Holmes, Alicia en el país de las maravillas Tolkien, Harry Potter), frente a la literatura greco-latina e hispánica, que es una literatura como de un paseo por el amor, la amistad y la muerte, aunque no se excluya el crimen y la venganza a veces (Medea, Antígona, Electra, La Celestina, El castigo sin venganza, La hija del aire). 

          Y por último vayamos a la última de las novelas ejemplares que aquí proponemos porque en ella Cervantes da un paso más. Trataré de ser más breve. Diré que ahí ya no trata el genio de esa especie de cajas de matrioskas, de Estados dentro de un Estado y sus nefastas consecuencias, sino de enfrentamiento entre Estados. Es verdad que no se trata en lo que relata la novela de un enfrentamiento belicoso al límite, que solo es un trasfondo, pero este es el telón que mantenían el imperio hispánico y los primeros intentos del imperialismo inglés[12]. También es verdad que la obra –La española inglesa- comienza con el saqueo de Cádiz por los ingleses en julio de 1596 y, en lo que afecta a la novela, sigue con un rapto de una niña de nombre Isabela por el inglés Clotaldo y que se la lleva a la corte inglesa donde reina Isabel I. El caso es que Clotaldo tiene también un hijo que se llama Ricaredo y que, al crecer Isabela, ambos se enamoran y se prometen matrimonio dentro del rito católico, porque su catolicismo lo llevan en secreto en una corte anglicana. Previamente el conde de Leste, que era amigo de los verdaderos padres de Isabela, lanza un bando para su rescate en el que pone “toda su armada”, lo cual suponía en la práctica un enfrentamiento con Inglaterra. El caso es que Ricaredo e Isabela, a pesar de su catolicidad, aceptan servir dentro de los cánones de su nobleza a la reina de Inglaterra. Ricaredo pide a Isabel I que le permita casarse con Isabela porque considera que está –esto es una interpretación mía- en un Estado diferente al de su religión, religión que mantiene oculta. A la reina de Inglaterra, que conoce las prácticas religiosas de los enamorados –pero no amantes-, acepta un futuro matrimonio, pero a condición de que Ricaredo acepte a su vez la capitanía de una nave anglicana comandada por un comandante también anglicano con el fin de atacar ¡cualquier nave católica que se encuentre! El brete, el dilema en el que se encuentra el católico Ricaredo es formidable, pero tras muchas aventuras y enfermedades, ambos enamorados se casan con enorme suspense en Sevilla dado que Ricaredo estaba preso en Argel de los turcos[13]. Todos estos detalles que he dado tienen la intención de mostrar algo que, por ejemplo, el estudioso de esta edición no ha reparado porque la valoración que hace de la obra es meramente literaria; tampoco lo ha entendido Santiago Muñoz Machado que, a pesar de todo, ha escrito una valiosísima biografía de Cervantes. La cuestión política de la obra es cómo Cervantes cambia de tratamiento y de opinión –frente a la que tiene sobre las minorías de las dos novelas anteriores[14]; y trata con enorme sutiliza la relación entre el estado hispánico y el estado inglés sin que la cosa se salga de un punto de lo razonable, dado que la obra comienza con un saqueo y un rapto que hay que pensar que por orden de la reina inglesa o con su beneplácito al menos[15]. La aventura se remata con la vuelta de Ricaredo –convertido en comandante por la muerte del titular inglés de la flotilla- dando parte el español a la reina inglesa de que ha capturado a una flota turquesca donde iban presos católicos españoles ¡a los que ha dejado libres en tierras hispanas! Y la reina Isabel I, que en la vida real salvó el pescuezo porque la llamada Invencible por los ingleses[16] no llevó a buen puerto –nunca mejor dicho- su misión, se muestra complacida con la decisión de su católico capitán. Estamos ya en la Edad Moderna, donde los enfrentamientos se producen entre Estados o entre estos e imperios –como es el caso de la novela- y ahí ya no valen minorías, nacionalismos, caballos de Troya de minorías religiosas, de comunidades ni germanías, porque todo se dilucida entre formas superiores de organización de los pueblos como son Estados e Imperios, sea para bien o para mal. Un caso paradigmático de fracaso por un quítame allá esta nacionalidad, país, pueblo, es la América hispana, donde se vivía mejor que en USA hasta casi entrado el siglo XX, y a estas alturas está saliendo a duras penas de la pobreza y ello con enormes desigualdades entre países y, sobre todo, entre ciudadanos de un mismo país. No fue posible un solo o a lo suma dos ¡Estados! en la América del Sur por sus luchas civiles y los egoísmos burgueses de los San Martín, Bolívar, etc. y el resultado es lo que hay frente a USA, cuyo mérito fue permanecer como Estado, aunque sea con la fórmula de una unión de Estados; una USA engendrada por un imperialismo depredador[17] como ha sido el inglés, pero que las colonias americanas en 1776 supieron zafarse a tiempo de sus garras leoninas con su Declaración de Filadelfia, aunque fuera por meros intereses comerciales. 

          Las Novelas Ejemplares se publicaron en 1613[18], es decir, entre la primera parte de El Quijote (1605) y la segunda (1615), pero no es seguro que su gestación fuera en ese lapso de tiempo y es posible que algunas nacieran de la pluma del genio antes o a la vez que la primera parte del ingenioso hidalgo. Es por ello que el orden de publicación no necesariamente determina la evolución de la concepción del Estado en Cervantes, pero sí que el resultado es una aparente evolución de los materiales publicados que va desde una sociedad feudal sin Estado en la mente del personaje manchego, pasando por los problemas que constituyen las minorías dentro de un Estado si no respetan las leyes del mismo –La Gitanilla y Rinconete y Cortadillo- hasta la necesidad de consolidar los Estados o imperios –La española inglesa- porque solo desde esa fortaleza se dilucidan con las armas a veces su supervivencia. Además Cervantes, a partir de La española inglesa, a los pueblos de zonas geográficas determinadas se les adscriben a Estados e imperios, es decir, a leyes e instituciones que obligan a esos pueblos, los consideremos súbditos o ciudadanos. 

Tanto nuestra izquierda a la izquierda del PSOE[19] como Putin debieran leer a Cervantes aunque por motivos diferentes: a la primera, para que extraiga la lección de que la paz solo es posible cuando los contendientes ambos la desean y que, mientras tanto y por desgracia, hablan las armas ¡de que cada Estado y con el monopolio de la fuerza!; al segundo, que las poblaciones, los pueblos, lo sustantivo es que viven en Estados soberanos, sean cuales sean sus etnias, religiones y lenguas, y que atacar un Estado es un crimen que tarde o temprano deberá pagar, que solo es posible la legitima defensa –como se defendía en la Escuela de Salamanca del barroco- cuando se es atacado realmente. Si los Estados se sienten amenazados por otros Estados lo que han de hacer es procurarse de armas suficientes para la disuasión, para la defensa suficiente. Si todos los Estados llegaran a ese convencimiento, a esa doctrina, la guerra entre Estados sería un imposible, sería la verdadera paz perpetua y no la de Kant. El problema es que, para llegar a esa paz por lo que se ve, los Estados deben de proveerse de la capacidad de disuasión suficiente para su defensa. Y no se puede negociar entre las partes contendientes cuando una parte ha ocupado el territorio de la otra. Lo primero es echar al invasor del territorio configurado como Estado y reconocido por la Asamblea General de las Naciones Unidas –y no por su Consejo de Seguridad- y luego negociar lo humano y lo divino y no cometer el mismo error que los pacifistas de la época, los apaciguadores, que permitieron la anexión de Austria y los Sudetes por Alemania, envalentonando con ello a Hitler y los suyos para que al año siguiente atacara e invadiera Polonia: lo que sobrevino ya todos lo conocemos. 

Y para acabar una modesta recomendación: leer a Cervantes, el genio más grande de la historia de la humanidad, porque leer a Cervantes, hacer deporte y jugar al ajedrez son los mejores antídotos contra los egoísmos de toda laya.

 

 

         

 

 



[1] Siguiendo la máxima de Feuerbach.

[2] Los cervantistas no han conseguido asegurar ni lo contrario que la novela La tía fingida sea de nuestro ilustre escritor.

[3] Cide Hamete Benengeli es el supuesto autor original de la obra que inventa Cervantes por motivos que no vienen a cuento en este contexto.

[4] Tantos como los de la última cena en la mitología judeo-cristiana, lo cual no es una casualidad.

[5] Sancho Panza no aparece hasta el capítulo VII.

[6] Veremos que La Gitanilla no se juzga igual al noble que al plebeyo.

[7] El tonto de Hamlet, el heredero de un reino, aduce como razón para el suicidio las tardanzas de la justicia. Para darse cuenta de que lo que los ingleses llaman Shakespeare es una marca donde conviven varios autores no hay más que leer el contenido de la obra -dejando la emoción solo en la respiración- para darse cuenta que nada tiene que ver su famoso monólogo con lo que ocurre en la obra. Está puesto aparte, de pegote.

[8] Estas solas palabras ya son para meditar.

[9] Para ver los aspectos jurídicos que están en El Quijote tenemos un formidable libro para este fin –no tanto para la interpretación de la novela- que es la obra Cervantes, del director actual de la RAE Santiago Muñoz Machado, dado que sus estudios es la jurisprudencia y es especialista en Derecho Administrativo.

[10] Esta novela, a diferencia de la mayoría de ellas, apenas tiene trama y este robo y sus consecuencias es la parte importante de ella, porque Cervantes se centra en la creación de tres personajes como son Rincón, Cortado y Monipodio. Es como si el autor quisiera hacer descansar al lector de tanto ir y venir, de tantas aventuras de los personajes de La amante liberal, que es la novela ejemplar que precede a esta en su edición original de Novelas Ejemplares.

[11] En la nota de pie de página en la edición de Clásicos Castalia a cargo de Juan Bautista Avalle-Arce que estoy utilizando se nos dice que es: “chusca yuxtaposición, como si se tratase de matrimonios y no de robo”.

[12] Recojo la distinción entre imperio e imperialismo siguiendo la línea en este punto de la escuela de filosofía de Oviedo, comandaba hasta su muerte no muy lejana Gustavo Bueno y con los libros en la mano de Elvira Roca y de Marcelo Gullo.

[13] Al igual que estuvo cinco años el propio Cervantes.

[14] Recordemos cómo comienza la Gitanilla, que es además la novela que encabeza la edición primera: “Parece que los gitanos y gitanas nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, criánse con ladrones, estudian para ladrones, …”.

[15] Hacía ya algunos años lo de la Invencible.

[16] En la monarquía hispánica se llamaba la Felicísima Armada.

[17] Si alguien tiene duda de lo que ha sido el imperialismo inglés léase la obra de Marcelo Gullo Nada por lo que pedir perdón, páginas 181 a 186 en la Editorial Planeta, 2022. De momento no hay otra que yo sepa pero seguro que vendrán más ediciones.

[18] Las había acabado en 1612 según nos relata el estudioso Juan Bautista Avalle-Arce.

[19] No digo que los militantes del PSOE no deban leer a Cervantes como cualquier hablante del español, porque renunciar a su lectura es perderse una de las experiencias más sabrosas para el intelecto que imaginarse puede. Ocurre que considero que el PSOE, como partido de Gobierno o aspirante perpetuo a él, tiene obligaciones añadidas que le impiden detenerse en la reflexión, lo cual siempre es para mal.