Antonio Mora Plaza
Economista, licenciado por la UCM, bancario. Ha
trabajado para CC.OO. Autor de numerosos artículos de análisis económico en
revistas especializadas y de coyuntura en periódicos digitales. Cuatro libros
publicados, tres de ellos desarrollando la obra de Piero Sraffa y un libro de
literatura.
Es el tema en todo el planeta: el
ataque a Ucrania por tierra, aire e, incluso, mar, por parte de las fuerzas
armadas rusas, comandadas por el presidente de la Federación rusa Vladimir
Putin. Por supuesto que todas las noticias hay que ponerlas en principio en
sordina, tratar de separar el grano de la paja, la verdad de la mentira o de la
mera opinión, la mezcla de los medios entre información y opinión, tratar de
que no venza la mentira de las agencias y medios de desinformación oficiales y
privados a la verdad, a la cruda realidad de los hechos. Y algo se puede
afirmar de estos: que Ucrania ha sido parcialmente ocupada, bombardeada gran
parte de sus ciudades, aunque puede entenderse que de forma selectiva hasta el
momento –en Mariúpol parece que se ha llegado más allá– por un país que tiene
varias miles de ojivas nucleares y cuya diferencia entre el ejército
convencional de uno otro es el de una hormiga y un elefante.
Frente a este hecho hay en efecto dos
caras de la moneda, dos formas de enfrentar el tema que tenemos los ciudadanos,
los políticos, los periodistas que descuidan que su deber es informar y no
opinar, no enjuiciar, no adjetivar cuando solo ejercen de informadores: buscar
la explicaciones del hecho por un lado y, por otro, examinar la cuestión desde
el lado de la ética, desde el lado de los principios, desde el lado de los
derechos humanos, desde el lado del derecho internacional, desde el lado del
derecho a la soberanía de los países, sea cual sea su historia, su próximo
pasado o no tan próximo. El problema es que el mero análisis sesudo de los
acontecimientos lleva inevitablemente y de forma no querida a justificar los
hechos. En efecto, los europeos, la OTAN como organización, USA, han cometido
errores con Rusia, unas veces por acción y otra por omisión. No se han
respetado probablemente palabras dadas (1990) con el tema de la ampliación de
la OTAN a partir de la caída del muro de Berlín (1989), que los europeos han
sucumbido a los deseos de los países que estuvieron en el Pacto de Varsovia –y
otros que no estuvieron– de garantizarse su seguridad frente al oso ruso
entrando en la OTAN, que USA ha utilizado a Europa para obligarla a rearmarse
provocando al oso, un oso comandado por un autócrata que amenaza con bombas
nucleares tácticas, que no se han respetado los dos acuerdos de Minsk, etc. Y
por omisión, que no se hizo nada realmente efectivo cuando en el 2014 Rusia, de
la mano de Putin, se anexionó Crimea, cuando destruyó Grozni y Alepo, que se
han hecho oídos sordos a las amenazas más o menos veladas de Putin desde hace
más de una década, etc. Todos esos son errores que están mereciendo análisis
sesudos por expertos y otros no tanto, pero el hecho incontrovertible es que el
presidente de la Federación rusa, que tiene miles de ojivas nucleares, ha
atacado un país pigmeo pero soberano, que no tiene armas nucleares, que está en
el derecho a tomar sus decisiones económicas, políticas y de defensa siempre
que no agreda a otro país, sea una democracia, una autocracia o una dictadura.
Es verdad que los nazis mataron a 27
millones de rusos, que es verdad que los dos mayores atentados terroristas de
la historia los cometió Harry Truman, presidente de USA, cuando en agosto de
1945 ordenó lanzar dos bombas atómicas sin previo aviso a dos ciudades, que USA
ha cometido crímenes de guerra en las decenas –o cientos– de intervenciones
militares desde la II Guerra Mundial, que bombardeó con napal zonas agrícolas
en Vietnam, que atacó Irak con mentiras y destruyó o casi Faluya, que ha
propiciado y financiado decenas de golpes de estado en América Latina. Que,
dicho de otra manera, ninguna lección ética puede dar a Rusia y a los europeos
de su comportamiento en el próximo pasado. Tampoco los europeos –si nos
remontamos algo más– podemos sacar pecho ético con lo hecho en las colonias que
conquistaron previamente, especialmente y por ejemplo, Francia en Argel o
Bélgica en el Congo entonces belga, claro. Nadie puede dar lecciones. Pero el
hecho es que hoy día, un país europeo está siendo supuestamente desnazificado con método nazis, que la
anexión de Crimea en el 2014 recuerda mucho la de los Sudetes por parte de
Hitler, que ni Putin ni Hitler respetaron la soberanía de los pueblos cuando
eligieron su destino como país. Hitler argumentaba con el espacio vital, con la
supremacía de la raza aria, menospreciaba a judíos, eslavos, gitanos,
homosexuales, etc., que consideraba injustas –y lo eran y eran un error
económico como denunció Keynes en su momento– las reparaciones de guerra
impuestas en el tratado de Versalles por parte de los países vencedores de la I
Guerra Mundial. Pero a Hitler no le bastó con la anexión de los Sudetes
–territorio de lo que ha sido Checoslovaquia–, sino que a continuación se
anexionó Austria, atacó Polonia, ocupó Francia, bombardeó el Reino Unido y más
y más. Y tan poco le parecía el espacio vital para los teutones que atacó la
URSS de entonces, pasó al África, etc. Es la lógica de la conquista, que no
para hasta que no se pierde la primera batalla. En el caso de Ucrania es
Ucrania –o lo parece– solo el primer paso. De hecho Putin ha amenazado
explícitamente a Finlandia y Suecia si pretendieran entrar en la OTAN. ¡Pobre
Moldavia, que ni está en la UE ni en la OTAN! De entre sus amenazas –las de
Putin– está el uso de armas tácticas nucleares. Y aún son más terribles los
argumentos del autócrata porque no tiene en cuenta la soberanía de los países,
del derecho de sus ciudadanos a elegir su destino forjando sus democracias, tal
como hizo España cuando murió el dictador. Con los argumentos de Putin España
está tardando en anexionarse Portugal puesto que perteneció al mismo imperio
hispánico de Castilla, Aragón, Cataluña, etc., desde 1580 a 1640. Seguramente
para Putin no tendría ningún valor el tratado de Lisboa de 1668 mediante el
cual Portugal se independizó de la monarquía hispánica. Con esa misma lógica
España también debería reclamar toda América Latina, Méjico y parte del Caribe,
porque fueron españolas ¡antes de formarse como naciones tal como están
configuradas hoy día! O con lo misma lógica y con más razón Méjico debería
reclamar para su soberanía California, Tejas, Arizona, Nuevo Méjico, Nevada,
etc., que fueron arrebatadas por la fuerza por los yanquis entre 1845 y 1846
cuando, en esta ocasión, Méjico era un país soberano. ¡Pues no sé que esperan
los mejicanos siguiendo la doctrina Putin! Y si hablamos de Europa es entrar en
un rompecabezas con más variantes que el cubo de Rubik.
Y podemos llegar más lejos y
preguntarnos si realmente los países fronterizos con Rusia pertenecientes a la
OTAN son un peligro para Rusia o es solo un pretexto: ¿cabe imaginarse a
Polonia, a cualquiera de los países bálticos, a Moldavia, a la misma Ucrania,
atacando del modo que sea a Rusia? ¿Cabe preguntarse si USA tiene tanto poder
sobre estos países como para ordenarles que ataquen a Rusia? ¿Cabe preguntarse
si un país que pertenezca a la OTAN va a atacar por su cuenta y riesgo a Rusia
sin que los demás países pertenecientes a la organización no hagan nada por
impedirlo sabiendo que, en ese caso, está comprometiendo a todos? ¿Necesita USA,
en caso de conflicto nuclear, tener aliados en la frontera rusa para atacar a
Rusia con armas nucleares y, con ello, asegurarse la destrucción mutua? La OTAN
es una organización defensiva, pero no porque lo diga sus estatutos, sino
porque 30 países pequeños –aunque con grandes diferencias entre ellos– no
pueden ponerse de acuerdo para atacar a un país con las armas nucleares que
tiene Rusia: los países no se suicidan colectivamente. ¡Esperemos que sean
capaces de defenderse colectivamente si la ocasión lo requiriera! Las armas
nucleares, aunque nunca lleguen a emplearse –y esperemos que así sea– no son
inocuas, son un elemento de disuasión de primer orden. Más aún, cabe apostar
con ventaja que si Ucrania hubiera tenido armas nucleares Putin no lo hubiera
atacado, invadido, bombardeado. Putin no es de izquierdas, es un peligroso
reaccionario nacionalista y sus amigos son Trump, Bolsonaro, Salvini, Le Pen,
Orbán, Abascal. Y la izquierda española tendría que recordar a los votantes
españoles que Putin no es comunista, que pertenece al partido de Rusia unida,
que el partido comunista está en la oposición en el parlamento ruso.
El siglo XXI ha empezado el 24 de
febrero del 2022, lo mismo que el XX acabó en 1989 con la caída del muro de
Berlín. A partir de ahora el mundo será diferente, pero a peor, más armado, con
más guerras convencionales –y esperemos que solo sean convencionales–,
bipolarizado de nuevo, pero con dos nuevos bloques: USA/Europa versus
China/Rusia. Una lástima. Y China, a todo esto, con un ojo en Occidente y el
otro en Taiwán. Y cuidado con USA, un imperio en decadencia, pero los coletazos
de los imperios en decadencia son igual o más peligrosos que en sus comienzos:
lo estamos viendo ahora con Rusia.