miércoles, 6 de abril de 2022

El espectro de la inflación

         

        Una inflación en marzo del 9,8% ha provocado el disparo de todas las alarmas sobre algo novedoso desde hace mucho tiempo. Nos habíamos acostumbrado con una inflación cercana a cero –en algún año incluso negativa– y esta cercanía a los 2 dígitos anida preocupación y disminución de los salarios y pensiones reales. Es verdad que antes del ataque a Ucrania por parte de Rusia la inflación en enero se había elevado al 6,1% (en tasa anual), aunque en ese mes la inflación respecto al mes anterior había sido negativa. En marzo del 2021 estábamos en el 1,3% pero en noviembre alcanzábamos el 5,5%, ambas también en tasa anual, por lo que no se puede achacar estos incrementos a la guerra en Ucrania. Tampoco se podría achacar a la subida de los alimentos, porque eso ha sido cosa reciente y con un repunte a consecuencia de las huelgas recientes de transportistas y agricultores. La ministra de Economía ha dado la cifra de culpabilidad de la inflación reciente en un 73% a los precios de los bienes agrícolas más la energía. La cosa, con todos estos datos, parece claro: la causa principal de de que tengamos unos precios caros antes de la inflación en Europa –y, por tanto, en España– es la forma en la que se fijan los precios y en un déficit aún de energías renovables, pero la causa última del repunte de inflación son los compromisos de suministro de fuentes como el gas y el petróleo, la dificultades de mantener los suministros, que hacen que se encarezcan en los mercados spot y de futuros. 

El Gobierno ha reaccionado con un plan de choque de 6.000 millones de subvenciones y extensión temporal de las actuaciones del ICO por 10.000 millones. Pero esto no es suficiente y hay que tomar medidas que no van a gustar a las grandes empresas energéticas españolas (Iberdrola, Naturgy, Endesa) y europeas, y que tampoco van a gustar a las patronales y a los partidos de derechas: cambiar el método de subasta en el mercado mayorista, fijar un precio máximo al kwh sea cual sea el método de obtención –producción propia o importación– y negociar nuevos contratos a medio y largo plazo con los suministradores. Los dos principales para Europa son Rusia y Argelia y esto es un problema, pero Europa ya no puede depender por mucho tiempo del gas ruso –para Italia y, sobre todo, para Alemania es un problemón– y hay que mirar al sur, al Magreb. A corto plazo no hay una solución que evite el aumento de los precios del gas probablemente, pero si se cambia el método de fijación de precios que consiste en el absurdo y anti-neoliberal método de fijar el precio por el procedimiento más caro. Cambiando el sistema se puede abaratar muchísimo en España, también en Francia, pero menos en Italia y un drama para Alemania dada su dependencia del gas ruso. La solución para España -–y para toda Europa– a medio plazo es potenciar a marchas forzadas las energías renovables. Perdimos mucho tiempo con los gobiernos del PP. Más aún, supuso un retroceso con su impuesto al sol, pero hoy la energía fotovoltaica. Y la otra pata del déficit de energía es la eólica. Así, en el 2010 a 2021 pasó en Alemania de representar el 6,1% al 23,1% del total de producción de electricidad, mientras en España avanzó mucho menos, del 14,7% al 21,4%. El peso de la solar fotovoltaica en la producción de electricidad aumentó mucho menos: del  1,9 al 8,5% en Alemania; y del 2,1% al 6,0% en España, lo que supone un impulso mucho menor que en Alemania. 

          En los últimos días los precios de la energía se están moderando de cara al consumidor y en los mercados de futuros de electricidad el coste para España es menor que para Francia y Alemania, aunque ahora estén comprando energía más barato por los contratos a largo plazo ya establecidos. Aunque no tenemos tablas I-O actualizadas que permitan saber con exactitud la incidencia de los sectores en la inflación, no hay duda del peso que tiene el precio de la energía influye en la inflación, en los costes de las empresas en la producción, en el transporte y, al final, en el consumidor. La inflación derivada de los precios agrícolas será siempre temporal dada la competencia en origen y el efecto que tiene sobre ellos las importaciones pero no así los precios de la energía porque, además de los problemas señalados, estamos ante oligopolios en España y fuera de España, y eso impide presionar los precios hacia los costes medios y/o marginales. Y frente a esto no existe más solución que la espada de Damocles de la nacionalización de las grandes empresas o, al menos, recuperar una gran empresa nacionalizada como la que tuvimos con ENDESA no hace mucho. Conclusión: a corto plazo, subvención, precios máximos y cambio del método de subasta en el mercado; a medio plazo, ir a suministradores más seguros, y a más plazo buscar un equilibrio entre empresas privadas y públicas en el sector y que compitan en pie de igualdad en el mercado; por último, un impulso de las energías renovables con fondos europeos. Y hacerlo en un mercado con precios obtenidos de acuerdo con las reglas del tanteo walrasiano en las subastas y no con el precio del método más caro de obtención de energía. Siempre se podrá implementar impuestos especiales o complementarios –mejor dentro del impuesto de sociedades– al conjunto de las energéticas con el fin subvencionar con ese dinero a los métodos más caros –el caso del gas– para que subsistan dado que no se puede renunciar a ellas.

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