Si derrotar a los pueblos es difícil, conquistar un país hace tiempo que es un imposible. Los dos mayores atentados terroristas de la Historia que fueron las dos bombas atómicas que el presidente de USA, a la sazón Harry Truman, lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945 marcan un antes y un después en la lucha de los imperios contra otras naciones o territorios. Y la razón es precisamente que tuviera que recurrir la pujante nación americana –tanto en el terreno económico como en el militar– a dos armas de auténtica destrucción masiva para forzar la rendición de su enemigo japonés porque se mostraba impotente para conquistarlo territorialmente. Desde entonces los imperios de más o menos enjundia han fracasado en Corea, Vietnam, Irak, Afganistán, y un largo etcétera. La larga lista de intervenciones de USA después de la II Guerra Mundial han servido para cambiar algunos gobiernos y coaccionar a muchos otros, pero la conquista de territorios se ha vuelto imposible. Lo mismo le ocurrió a Napoleón, cuyas conquistas fueron temporales; igual a Hitler. El primero ganó todas las batallas hasta Waterloo y al final murió desterrado en Santa Elena y con los franceses derrotados e impedidos de ser los sucesores del imperio de los Habsburgo[1]; Hitler quiso construir el imperio de los mil años y fue un imperio non nato, abortado en Stalingrado y con el suicidio del criminal de guerra en la cancillería. Putin ha intentado seguir los pasos de Napoleón, Hitler y ha fracasado; quizá hubiera querido seguir también al menos los de Truman para forzar la rendición del presidente de Ucrania Zelenski, pero la destrucción mutua asegurada se lo ha impedido.
Y lo más alucinante de Putin y su pobreza intelectual son sus justificaciones. Por ejemplo, este 9 de mayo ha justificado el ataque a Ucrania diciendo que con ello ha impedido un ataque a su vez de Ucrania, la OTAN y USA a Russia. Y la pregunta es si es consciente de que es una justificación insostenible, una gran mentira que lanza en perfecto estado de salud mental o es un paranoico que se ha creído sus propias mentiras por su destete y crianza en la KGB y sus posteriores versiones. ¿Cabe pensar que Ucrania pueda y quiera atacar por su cuenta o por orden del presidente de turno de USA a Russia, país con varios miles de ojivas nucleares? ¿Para qué? ¡Qué más hubiera querido Putin que tal hecho hubiera ocurrido para poder emplear armar nucleares tácticas contra Ucrania! El hecho es que, por más errores que haya cometido USA y la OTAN al apostar por bases militares cercanas al territorio ruso, ningún país occidental ha atacado a Russia y sí lo ha hecho Putin y todo el aparato detrás de él[2] contra Ucrania. Son hechos contra hipótesis, la realidad contra conjeturas, la mayoría de ellas descabelladas. ¿Cabe pensar que los países bálticos, Polonia, Moldavia o Finlandia vayan a atacar a Russia, a lanzar misiles contra su territorio o, aún menos, invadir el antiguo país de los zares por cerca que estén aquellos en la frontera? A pesar de su paranoia, Putin debe saber que ningún país va a atacar Russia, China o USA, porque disponen de suficientes cabezas nucleares para asegurar la destrucción del agresor y, de paso, de todo el planeta. Occidente puede tener alguna culpa en el desarrollo marcadamente insuficiente de la que fue la URSS y ahora Russia, pero es ésta y sus gobiernos los que han fracasado en la economía, teniendo hoy el país de Putin un PIB inferior al de Italia. Planificación errónea en su momento[3], estrangulamiento de la aportación de lo privado a la economía, inseguridad jurídica de la inversión, fueron las primera causas del fracaso ruso. Y para remate, cuando se quiso llamar al mercado, lo que se hizo fue privatizar en un suspiro empresas públicas en la época de Boris Yelsin. Si China es hoy un gigante económico es porque ha estudiado con profundidad y años lo que no había que hacer, siendo Russia su modelo en negativo.
Lo que
resulta extraño es que exista una cierta condescendencia o justificación de lo
hecho por Putin en Ucrania por parte de cierta izquierda. Se suele esgrimir lo
que ha hecho USA en el pasado después de la II Guerra Mundial. Y es cierto que
sus decenas de intervenciones, las bombas nucleares, Vietnam, Irak, Faluya,
etc., son crímenes de guerra y/o contra la humanidad, aunque queden impunes.
Pero la pregunta es: ¿Y qué? ¿Se justifica acaso los crímenes de guerra de unos
por los habidos anteriormente de otros? Los muertos en Ucrania, sean ucranianos
o rusos, no pueden ser justificados por lo injusto de la justicia. Putin es un
reaccionario de la peor especie, un nacionalista en el peor sentido de la
palabra y de la historia, un criminal de guerra por lo hecho ahora y antes en
Grosni y Alepo. Que no se haya podido juzgar a Hitler, Stalin, Truman, Franco o
a Bush el alcohólico como criminales de guerra no significa que no se pueda
juzgar –al menos moralmente– a Putin, acabe como acabe lo de Ucrania. Si Putin
no ha seguido los pasos de Napoleón, Hitler o los zares de su patria, no es por
falta de deseos sino por su fracaso militar: ni siquiera recurriendo a la
amenaza nuclear lo ha conseguido. Todos debemos condenar lo hecho por este
autócrata, pero la gente que somos de izquierdas debemos hacerlo con más ahínco
si cabe, con más vehemencia, por el bien de las democracias occidentales –a
pesar de sus defectos– y de algunas de otros lares, por el bien de los derechos
de los pueblos que viven en Estados de derecho y por el bien del propio pueblo
ruso, que va a sufrir a medio plazo la locura de su populista sátrapa. De nuevo
se demuestra que la democracia –frente a las dictaduras y autocracias– es el
menos malo de los sistemas de convivencia.
[1] Ver Auge y
caída de los grandes imperios, de Paul Kennedy.
[2] Ver Los hombres
de Putin, de Catherine Belton, 2022 (versión inglesa del 2020).
[3] En los años 60 del siglo pasado surgieron economistas
como Liberman y otros que propugnaban un cambio de las formas e incentivos para
la planificación. Fue muy influyente y durante un breve período de tiempo se le
hizo caso, pero luego se volvieron a los viejos hábitos y los resultados están
a la vista. China siguió otros criterios y en menos de 30 años ha pasado de ser
un país tercermundista a ser la segunda economía mundial y la primera en
términos de poder de compra.
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